Sala El Sol, 18 de febrero de 2016
Es egoísta contar un concierto a través de una sola canción pero cuando un momento brilla por encima de cualquier otro, no es (o no debería ser) "honrao" relegarlo a un apunte más entre tantos otros. Volver fue, sin lugar a dudas, la luna que eclipsó El Sol hace once días.
Dio igual.
Dio igual saber lo que decía la canción. Dio igual ir con el cuento aprendido y las lágrimas gastadas. Ellas, las lágrimas, siempre encuentran el hueco por el que colarse cuando se toca en el lugar adecuado.
Aquella noche dio igual tener la cabeza fría e ir de sobrada. Ir de: estayamelaconozcoyo, aminomepilladesprevenida.
Pensé que sería diferente. De verdad que lo pensé. Lo tenía hasta escrito. Pero no. Allí estaba yo, casi enfrentándome a la voz de Nina y a ese piano. Como si la sala de repente se hubiese vaciado y sólo estuviéramos ella y yo. Se emocionó mientras tocaba. Normal, pensé yo. Es imposible explicarse, pedir perdón, exponer tu voluntad y casi decir adiós con todo el dolor de tu ser, sin que los ojos se te empañen. No sé, a mí, me llovieron a mares. Otra vez.
Cuando llegó fue como un bofetón. Golpeó dentro, fuerte, sin avisar. Era un sinsentido con todo el sentido del mundo porque en mi cabeza poco a poco fue fragmentándose y convirtiéndose en guión. Era un diálogo entre dos. Un diálogo a todas luces conocido. Un primero expone sus argumentos, su opinion; y un segundo, en estribillo, contesta, pide, explica. Repite. Repite que las oportunidades se están acabando. Pide que se le eche de menos porque quizás, antes, se le echaba de más. Y contesta, con toda la sinceridad posible, que no es momento de remover mierda. Que aunque el perdón sea una realidad, el olvido es otra cosa.
Nudo en la garganta, estómago cerrado y lágrimas gastando un paquete entero de pañuelos. Así fue cuando llegó aquel 8 de enero.
Un mes y diez días después, mi cuerpo, creyéndose inmune, desconectó el cerebro, abrió los ojos y comenzó a cantar.
Lo último que recuerdo son mis placas tectónicas moviéndose por dentro y haciéndolo todo temblar.
Es egoísta contar un concierto a través de una sola canción pero cuando un momento brilla por encima de cualquier otro, no es (o no debería ser) "honrao" relegarlo a un apunte más entre tantos otros. Volver fue, sin lugar a dudas, la luna que eclipsó El Sol hace once días.
Dio igual.
Dio igual saber lo que decía la canción. Dio igual ir con el cuento aprendido y las lágrimas gastadas. Ellas, las lágrimas, siempre encuentran el hueco por el que colarse cuando se toca en el lugar adecuado.
Aquella noche dio igual tener la cabeza fría e ir de sobrada. Ir de: estayamelaconozcoyo, aminomepilladesprevenida.
Pensé que sería diferente. De verdad que lo pensé. Lo tenía hasta escrito. Pero no. Allí estaba yo, casi enfrentándome a la voz de Nina y a ese piano. Como si la sala de repente se hubiese vaciado y sólo estuviéramos ella y yo. Se emocionó mientras tocaba. Normal, pensé yo. Es imposible explicarse, pedir perdón, exponer tu voluntad y casi decir adiós con todo el dolor de tu ser, sin que los ojos se te empañen. No sé, a mí, me llovieron a mares. Otra vez.
Cuando llegó fue como un bofetón. Golpeó dentro, fuerte, sin avisar. Era un sinsentido con todo el sentido del mundo porque en mi cabeza poco a poco fue fragmentándose y convirtiéndose en guión. Era un diálogo entre dos. Un diálogo a todas luces conocido. Un primero expone sus argumentos, su opinion; y un segundo, en estribillo, contesta, pide, explica. Repite. Repite que las oportunidades se están acabando. Pide que se le eche de menos porque quizás, antes, se le echaba de más. Y contesta, con toda la sinceridad posible, que no es momento de remover mierda. Que aunque el perdón sea una realidad, el olvido es otra cosa.
Nudo en la garganta, estómago cerrado y lágrimas gastando un paquete entero de pañuelos. Así fue cuando llegó aquel 8 de enero.
Un mes y diez días después, mi cuerpo, creyéndose inmune, desconectó el cerebro, abrió los ojos y comenzó a cantar.
Lo último que recuerdo son mis placas tectónicas moviéndose por dentro y haciéndolo todo temblar.
Sé que ya no importan
las preguntas que fallé
y cuando intente corregirme no estarás
Sé que no te importa
que no pueda respirar
y si me ahogo sé que no me salvarás
Tienes algo dentro
yo lo he visto brillar
pero corres...
Échame de menos
no me falles esta vez
porque no sé si voy a volver...
Ya no dices nada y
tengo ganas de gritar
sin querer estoy dejándote volar
Es un poco tarde
para remover la sangre
Hace tiempo que olvidé cómo parar...
Tienes algo dentro
yo lo he visto brillar
pero corres...
Y corres...
Échame de menos
no me falles esta vez
porque no sé si voy a volver...
Tienes algo dentro y, si no paras de correr,
voy a dejarte y no voy a volver...
Morgan - Volver (Bonus track)
Disco: North (2016)
Esta canción es genial. Gracias por recordarme la letra de la canción. El pálpito del alma está presente. Un saludo
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo Iñaki :)
EliminarUn saludo